viernes, 12 de septiembre de 2008

Crisis. ¿de quién? ¿contra quién?


Siempre que se inicia un periodo de crisis o ralentización económica se alzan con mayor intensidad las voces de los grandes tecnócratas y políticos representantes de los más altos valores del neoliberalismo económico, por decirlo de una manera suave.

Reiteran, como siempre, que uno de los mayores problemas y temores sobre esta crisis, de bajo crecimiento con alta inflación, son los nefastos efectos que los incrementos de los salarios, cuando pretenden mantener su poder adquisitivo, pueden tener en la espiral de nuevos incrementos de precios (ahora le denominan estos representantes "efectos de segunda ronda"; ¡hay que ver lo que se aprende con ellos!).

Por otro lado reclaman la necesidad de reformas estructurales en el mercado laboral como la flexibilidad en la contratación (que ya no se sabe que más contratos basura quieren, aunque si se aprueba la jornada laboral
de 65 horas alguno más se les ocurrirá) y poco menos que la eliminación de la negociación colectiva, como si ésta no les permitiera, como en el caso de nuestro convenio y con el beneplácito de algún sindicato, que se pueda basurizar la jornada de trabajo, creando empleados de tercera o cuarta clase que con el tiempo, puedan llegar a ser mayoría y así luego igualarnos todos a la baja.

Es evidente que hace falta más dosis de responsabilidad de todos esos dirigentes y tecnócratas que sepan denunciar a priori con valentía (claro que entonces no ocuparían tales cargos) los riesgos de determinadasactuaciones y proclamen políticas más justas que repartan equitativamente los costes de las crisis.

Si de responsabilidad hablamos, en otro orden de cosas y como ejemplo de que todo no vale, diremos que no es de recibo que porque unos dirigentes de una Caja de Ahorros se hayan extralimitado en sus riesgos inmobiliarios, tengan que recurrir ahora para obtener financiación, que no sea excesivamente cara, pues han bajado su rating, a una emisión (pequeña) de cuotas participativas que aunque legal no deja de ser una ruptura con una filosofía de gestión que ha sido y es la envidia de todos los sistemas financieros. ¡Que no cunda el ejemplo!

Así pues, esas recetas maravillosas que se propugnan en pro de mejorar nuestra productividad económica no preguntan o plantean qué hacen las empresas con los grandes beneficios conseguidos en la época de bonanza ¿se reparten?, entre los trabajadores, no; ¿se invierten? ¿dónde? ¿en especular más?; no hablan de rebaja de los retribuciones de sus altos ejecutivos, ni tampoco quiénes son los responsables de generar las burbujas especulativas sobre elementos de primera necesidad.

¿Quizás el sistema neoliberal que propugnan? ¿Cual va a ser el coste de la crisis que está provocando el sistema financiero por su falta de escrúpulos en su carrera desenfrenada basada en el "laissez faire" y el todo
vale si consigo lucramiento?.

El desarrollo sostenible de las personas no está basado en el dejamiento de su dignidad y en el “todo vale” si los fines lo requieren (p.ej., pagar la enorme hipoteca que el sistema liberal les impone). No se pueden tomar decisiones, aprobar políticas y conceder acuerdos que básicamente sean para generar empleos de baja dignidad y valor económico, con la idea de que menos da una piedra.

Deberíamos hacernos respetar más.