Todos al suelo, si no es vuestra
intención interferir en la trayectoria de un botellín de agua lanzado en
dirección horizontal. Y es que a algunas reuniones hay que asistir con los
cinco sentidos. Aunque sean por la tarde, se conviertan en largas y repetitivas sesiones, estate alerta o te
espabilan a botellazos.
¿Puede ser una actividad de riesgo pedirse
una reducción de jornada? Pues
sí. Equípate como si fueras a internarte por la jungla del acoso laboral, vacúnate contra la incomprensión y ponte
entre los dientes
el último recibo
de un sindicato decente, si piensas aventurarte a pedir una reducción
de jornada para poder mantener tu vida familiar con un mínimo de cordura. A
partir de entonces empieza la cuenta atrás: traslado en
tres, dos y …
Pero si eso de conciliar no
es lo tuyo y lo que te va es desaparecer del mapa y vivir en una oficina, te podemos ofrecer
un sitio con un color especial. “Despediros
de la familia el lunes, porque hasta el viernes no os van
ver” es una consigna que se lanza con cuartelera vehemencia en alguna
reunión.
Todo esto que
contamos no pasa en una maquila
centroamericana o una explotación minera esclavista del Matto Grosso. Esto
es solo una muestra de algunas ocurrencias que llegan a nuestros oídos y que, sin ser la norma
en la casa, sí tienen un carácter
reiterado entre sus protagonistas, envueltos en una sádica espiral
que vincula miedo
y resultados por encima
de leyes, derechos, salud o un mínimo respeto al prójimo.
Mientras estas actuaciones se amparan en el miedo, la
soledad y la resignación de las víctimas, su escalada no parece tener fin.
Pero existen, están en el ambiente y algunas hasta se pueden comprobar sin
mucho que escarbar.
No vamos a pedir el escarnio
público de nadie,
como sí hace algún iluminado
difundiendo entre su zona largas listas
de empleados con bajas cifras
comerciales. Nos basta con que a alguien le lean la cartilla y lo reciclen, si se puede. Y si no, al orgánico.