Nos gustaría
hacer un paréntesis en el bullicio del día a día para hacer un pequeño
ejercicio introspectivo, al hilo de la presentación del nuevo canal de participación.
Vaya por delante nuestro reconocimiento a
estas iniciativas, su talante, su modernidad… Todo lo que nos aleje de esas
estructuras y formas que huelen a gemelos, gomina y Varón Dandy serán
bienvenidas. Pero fallaríamos a nuestros compañeros si no recordáramos a quién
nos lidera que vivimos en una empresa
con una dualidad
grave: por una parte, lo que nos parece
ser o queremos ser y, por
otra, lo que en realidad somos.
Nos confundiríamos si no consideráramos que trabajar en Ibercaja tiene muchas y muy variadas
caras. Sin acudir a la más amarga, tomando sólo la más común, la siguiente reflexión podría ser
perfectamente asumible por un porcentaje significativo de quiénes trabajan a
nuestro lado:
“Hoy he visto
otro video. Como me gustaría trabajar en esa moderna, impoluta y funcional
oficina de los videos. Con esa paz, ese karma, ese feedback. Se masca el liderazgo y el talento en cada una de esas
escenas en las que no aparecen filas de gente corriente esperando a ser
atendidas.
Cuando acaba el video.,
alzo la vista y veo mi viejo cajero automático, que ya daba dinero en pesetas,
el actualizador que salía en Cuéntame o la decoración retro por la que me
felicitan algunos hippsters. A veces dudo de que trabaje en la misma empresa donde se ruedan esos videos.
Compruebo que sigo conectado al Portal del Empleado y no
me he colado por la red y he caído en mitad de una serie de tiburones
financieros del Netflix.
Yo sigo en una
oficina de un pueblo, un barrio, una ciudad de provincias, donde el presupuesto
corre como un loco detrás de la tecnología y nunca la alcanza. Donde la brecha
con esa bonita oficina tan cool cada
día es mayor, donde más que clientes
valor tenemos que echarle valor para que los clientes pasen por el cajero o
actualizador y disfrutar de ese deporte de riesgo que se llama autoservicio.
¿Le pondrán el nombre en inglés el año que viene?
Esta
noche tengo que pasarme sin falta por el nuevo site de participación, a ver cómo funciona, empezar a leerme todas
las propuestas, madurar bien lo que aportan y decidir bien a quién votar. Por
la mañana, me es imposible y aunque me podría quedar un ratillo más del
habitual y salir a las cuatro y media, no llegaría a recoger a los críos,
visitar a mis padres o agotar el bono del gimnasio que está a punto de caducar.
Tengo que aprovechar hoy que no tengo ninguna
reunión, videoconferencia o visita a inmueble alguno. Aunque igual no va a poder ser.
Se me olvidaba que hay un cursillo de seguros en marcha y quiero leerlo al menos
y no volver a tirar de las respuestas del grupo de Whassap de la oficina.
Además, con lo atrasadillo que llevo el MIFID también, tengo que sacar un
ratillo y darle un empujón, que a los de esta remesa no nos han dado vacaciones
ni en Navidad.
Otro día será, porque
la verdad es que tiene buena pinta, con el susto que me dieron por correo,
seguro que merece la pena. Bueno, ya le abriré el portal al chaval y que
me haga un resumen. Eso sí, le desconectaré el teclado, que no escriba nada,
que igual le da por reproducir alguna cosa de las que oye en casa.
A veces
me siento como esas
niñas que salen en los talent shows y que, después de hacer girar una veintena de hulahops alrededor
de su cuerpo durante dos minutos, deben reírle la gracia al presentador
de turno, mientras el jurado delibera. Que horror!.
En fin, espero que no me
nominen y continúe en el programa”