Circula por una parte de la red un documento titulado “Gestión de Equipos” dirigido a
responsables de oficina y que recoge un revoltijo
que mezcla buenas
ideas con pequeñas
trampas y viejos
vicios. Si bien en el trazo grueso no suena del todo mal, es en la letra pequeña y en los “anexos”
donde el autor del documento se viene arriba para
rebozarse en el barro cual cochino jabalí.
Dicho manual,
contiene como primera
de sus perlas una propuesta de individualización de objetivos
(práctica que nunca contara con nuestro entusiasmo ni aprobación) que parte
esta vez de la buena idea de que se asignen
en función de “posibilidades y habilidades” de
cada empleado, para tropezar
enseguida al destacar en negrita: “El
pacto de los objetivos debe partir del COMPROMISO del EMPLEADO”. Si, si
buen rollito, pero fírmame este papelito…
A continuación, el capítulo de “Valoraciones individuales con empleados” se vincula presuntamente con el Modelo de Liderazgo Inspirador. Dentro de las dos valoraciones que propone, de la “Gestión
Comercial” y de los “Planes de
Desarrollo”, se menciona un “protocolo”
de actuación que se desarrolla en un perverso anexo en el cual, a los que,
a juicio de su responsable, tengan un “bajo
rendimiento” se les receta una conversación con el Director de Zona. Sin
duda, salen mejor parados que aquellos a los que se les diagnostica una “actitud inadecuada en su aportación comercial y rendimiento”.
A estos presuntos haraganes, se les acosa con toda una serie
de ordenes por escrito, advertencias del Director, informes al Director de Zona con el conocimiento del empleado y, por fin, informe a la Dirección Territorial para sancionar con un apercibimiento, medidas disciplinarias, cambio
de destino e informe a Recursos Humanos para que sean ellos,
ausentes de todo el proceso,
los que determinen una sanción final ejemplarizante. Todo un
mobing institucionalizado y protocolizado a la sombra del membrete de iberCaja.
No sabemos de
dónde se saca el autor de este protocolo las competencias que le autorizan a
amenazar, apercibir o sancionar a un trabajador por una presunta “actitud
inadecuada”. Viniendo de donde viene, el eufemismo de la “actitud inadecuada”
que serviría para poner en marcha toda la maquinaría, se nos antoja un cesto
sin fondo en el que cabe el empleado sin grandes habilidades comerciales o el
que se niega a prologar su jornada o el que no entra en el juego de la “venta
compulsiva”, por ejemplo.
Algún
iluminado se perdió la clase de primero de sentido común y desconoce que la
capacidad sancionadora en una empresa no puede ser ejercida al libre albedrío
de cualquiera, está circunscrita a hechos muy concretos, por supuesto, más
contrastados que la simple opinión de tu jefe y con procedimientos establecidos
mucho más garantistas para el trabajador que una entrevista con un superior
jerárquico en la soledad de su despacho.
Tampoco tiene un pase la inclusión “oficial” de los traslados
como medidas de castigo. Lo que hasta ahora era una práctica “no oficial” ya se presenta
en escena sin ningún rubor.
Así que también estarán
previstas sus consecuencias.
¿Dónde irán todos esos parias?
¿Les recibirán con los brazos abiertos en sus nuevos destinos
o crearán oficinas sumidero? Si es el director el de la “actitud inadecuada” ¿le llenarán la oficina
de inadaptados como él? “Aquí te dejo esta cuadrilla y ahora empieza a
motivarlos, desarrollarlos, impulsarlos y conectarlos” sería la dedicatoria.
Es bastante
lamentable que todo este manual del perfecto mafioso se
quiera teñir de cierta progresía mezclándolo con el proyecto de Liderazgo
Inspirador, contaminándolo y dejándolo tocado seriamente de cara a que
voluntariamente decidamos participar en él.
Si como
parece, todo este desatino es fruto de la efervescencia de alguien que deja
entrever en qué se inspira realmente su modelo de liderazgo, todo esto se
debería corregir. Si no fuera así, no tendremos claro por cuál de las dos formas de entender el liderazgo apuesta la entidad,
o por la que nos sitúa en el presente y garantiza nuestro
futuro o la que nos devuelve al decimonónico concepto del cacique como inspirador de
los valores institucionales.
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