martes, 27 de diciembre de 2011

SILLAS MUSICALES

Recordando aquel juego infantil de cuando no había ni videojuegos, ni ipad, ni siquiera excalectric, la Dirección se ha embarcado en el antiguo, doloroso y cruel juego de las sillas musicales. Para aquellos que sean muy, muy jóvenes les contaremos que el juego consistía en que “uno”, solía ser el niño más listo o el más rico (tenía pick-up o cassette) controlaba la música, mientras los demás niños corrían alrededor de un grupo de sillas, siempre una menos que los que jugaban, y cuando se paraba la música había que sentarse y el que se quedaba de pie, perdía.

Eso mismo parece que esté ocurriendo con la reestructuración en iberCaja Banco SAU: primero los 15 del primer peine; luego los del segundo nivel, donde ya ha habido muchos que se han quedado de pie... dra (mientras alguno de los que se han sentado, además ha ascendido) y ahora falta ver como va la música entre los jefes de zona.
Y todo esto... ¿para qué?. Porque al final también nos acordamos de aquel dicho de los mismos perros y distintos collares, con la duda, añadida, de que si al final la suma de “collares” será más cara o más barata que la anterior.

Porque mientras unos ponen la música y otros cuentan las sillas, el tiempo va pasando y seguimos esperando que pase algo... de verdad.
¿Por qué esta estructura va a ser más eficiente y mejor que la anterior? Y ¿para qué?. El director general que dirigió la caja-caja durante 7 años, hoy es el consejero delegado de la caja-banco. Y 7 años son muchos años para pensar que algo no funcionaba, pero no se cambió y ahora se cambia y va a funcionar.

Acordaros de los animalitos y los collares, porque no olvidemos que encima de toda esta movida siguen estando las mismas dos personas (tres, sin contamos al secretario general) que llevan años dirigiendo este tinglado.

Cambiamos el nombre del departamento, movemos unas pocas sillas, ascendemos a unos pocos, pisamos unos cuantos callos, ¿y?...

Porque lo que hace falta, creemos, es más imaginación, mejor diseño y más agresividad en los productos (que no “con” los productos) y una política clara en la gestión de los recursos, y no seguir fiándolo casi todo a la venta de seguros. Y de pisos.

Da la impresión, viendo las directrices que emanan de nuestros sesudos
responsables, que si colocáramos un becario infiltrado en la dirección de un gran banco español (y de color rojo, para más señas) y copiáramos en veinticuatro horas, no veinticuatro meses después, sus ideas y productos, tal vez y sólo tal vez, nos iría todavía mejor. Y sería la leche.
Hala a esperar quién se queda sin silla en la nueva ronda que ha empezado a sonar. Y a ver cuanto nos cuesta el baile.