El empuje que la entidad ha decidido dar al Autoservicio tiene importantes efectos
y no son los más folclóricos los que más nos preocupan. En la operatoria de
efectivo, las decenas de estrategias que implican más tiempo, riesgo y coste, aun permitiendo cumplir la estadística,
darían para una buena circular, como la publicada por los compañeros de CCOO.
Quedarse solo ahí sería decepcionante.
Someter a los cajeros de la red al macabro objetivo de desviar su trabajo a una máquina que luego se
podrá convertir en su barato y diligente sustituto, sin las garantías de que el
cumplimiento de esa meta no va a volverse en su contra, parece una estrategia diseñada por el más cruel
personaje de Juego de Tronos. Asistimos diariamente a un baño de realidad
cada vez que un cliente nos muestra su perplejidad ante un cajero que le invita
a no pasar de nuevo por allí, la realidad de que cumpliendo las ordenes sin
garantías nos podemos estar cavando nuestra propia fosa en una cuneta.
¿Resulta
exagerado este planteamiento crítico? Puede
que sí. Seguro que si el objetivo fuera desviar cualquier asesoramiento sobre
inversión o financiación a un gestor externo y más barato que atendiese a
partir de ahora a nuestro cliente, la perspectiva cambiaría para mucha gente.
Tampoco parece exagerado
si recordamos que este plan de Autoservicio, y sus “exitosos” resultados, eran una de las motivaciones
para justificar el último ERE,
firmado por CCOO. Los ajustes de “eficiencia”,
nada desdeñables en la cifra final de despidos, se basaban en los resultados de
esta campaña y la imparable transformación
digital. Recordamos que este tsunami digital se medía de una forma muy
objetiva: contaba lo mismo ver en el
móvil por enésima vez el saldo de la cuenta tirado en el sofá de casa que
formalizar un préstamo hipotecario en una oficina.
El plan de Autoservicio tiene su lógica, y estaría bien
planteado, si se hiciese sin las urgencias que lo acompañan, ni las
exageraciones con las que algunos mandos intermedios lo aplican. Es un proceso
lógico, que llegará sí o sí, y que anticiparlo como se quiere, requería una
fuerte inversión previa en medios actualizados. Pero claro, como en el ERE, queremos
beneficios virtuales y reales inmediatos a costes limitados o mejor, como en este caso, inexistentes.
Incluir dicho objetivo en la RVO tampoco fue una buena idea, pues lo pone en el punto de mira
cortoplacista de cualquiera que ocupa un lugar privilegiado en esta venta
piramidal invertida. No acompañar el plan de un mensaje tranquilizador hacia
quienes pueden ser sus damnificados es otra debilidad del plan y una grave
amenaza para quienes lo deben dinamizar y a los que, como era de esperar, poca
ilusión les hace pegarse un tiro en el
pie.
Así que, compañeros de CCOO, escribir está muy bien, pero es mejor hacerse
respetar.