lunes, 31 de octubre de 2016

PASADOS DE LA RAYA


Todos al suelo, si no es vuestra intención interferir en la trayectoria de un botellín de agua lanzado en dirección horizontal. Y es que a algunas reuniones hay que asistir con los cinco sentidos. Aunque sean por la tarde, se conviertan en largas y repetitivas sesiones, estate alerta o te espabilan a botellazos.

¿Puede ser una actividad de riesgo pedirse una reducción de jornada? Pues sí. Equípate como si fueras a internarte por la jungla del acoso laboral, vacúnate contra la incomprensión y ponte entre los dientes el último recibo de un sindicato decente, si piensas aventurarte a pedir una reducción de jornada para poder mantener tu vida familiar con un mínimo de cordura. A partir de entonces empieza la cuenta atrás: traslado en tres, dos y

Pero si eso de conciliar no es lo tuyo y lo que te va es desaparecer del mapa y vivir en una oficina, te podemos ofrecer un sitio con un color especial. “Despediros de la familia el lunes, porque hasta el viernes no os van ver” es una consigna que se lanza con cuartelera vehemencia en alguna reunión.

Todo esto que contamos no pasa en una maquila centroamericana o una explotación minera esclavista del Matto Grosso. Esto es solo una muestra de algunas ocurrencias que llegan a nuestros oídos y que, sin ser la norma en la casa, tienen un carácter reiterado entre sus protagonistas, envueltos en una sádica espiral que vincula miedo y resultados por encima de leyes, derechos, salud o un mínimo respeto al prójimo.

Mientras estas actuaciones se amparan en el miedo, la soledad y la resignación de las víctimas, su escalada no parece tener fin. Pero existen, están en el ambiente y algunas hasta se pueden comprobar sin mucho que escarbar.

No vamos a pedir el escarnio público de nadie, como hace algún iluminado difundiendo entre su zona largas listas de empleados con bajas cifras comerciales. Nos basta con que a alguien le lean la cartilla y lo reciclen, si se puede. Y si no, al orgánico.

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