lunes, 4 de diciembre de 2017

THE TALENT SHOW

Nos gustaría hacer un paréntesis en el bullicio del día a día para hacer un pequeño ejercicio introspectivo, al hilo de la presentación del nuevo canal de participación.
 
Vaya por delante nuestro reconocimiento a estas iniciativas, su talante, su modernidad… Todo lo que nos aleje de esas estructuras y formas que huelen a gemelos, gomina y Varón Dandy serán bienvenidas. Pero fallaríamos a nuestros compañeros si no recordáramos a quién nos lidera que vivimos en una empresa con una dualidad grave: por una parte, lo que nos parece ser o queremos ser y, por otra, lo que en realidad somos.
 
Nos confundiríamos si no consideráramos que trabajar en Ibercaja tiene muchas y muy variadas caras. Sin acudir a la más amarga, tomando sólo la más común, la siguiente reflexión podría ser perfectamente asumible por un porcentaje significativo de quiénes trabajan a nuestro lado:
 
“Hoy he visto otro video. Como me gustaría trabajar en esa moderna, impoluta y funcional oficina de los videos. Con esa paz, ese karma, ese feedback. Se masca el liderazgo y el talento en cada una de esas escenas en las que no aparecen filas de gente corriente esperando a ser atendidas.
 
Cuando acaba el video., alzo la vista y veo mi viejo cajero automático, que ya daba dinero en pesetas, el actualizador que salía en Cuéntame o la decoración retro por la que me felicitan algunos hippsters. A veces dudo de que trabaje en la misma empresa donde se ruedan esos videos. Compruebo que sigo conectado al Portal del Empleado y no me he colado por la red y he caído en mitad de una serie de tiburones financieros del Netflix.
 
Yo sigo en una oficina de un pueblo, un barrio, una ciudad de provincias, donde el presupuesto corre como un loco detrás de la tecnología y nunca la alcanza. Donde la brecha con esa bonita oficina tan cool cada día es mayor, donde más que clientes valor tenemos que echarle valor para que los clientes pasen por el cajero o actualizador y disfrutar de ese deporte de riesgo que se llama autoservicio. ¿Le pondrán el nombre en inglés el año que viene?
 
Esta noche tengo que pasarme sin falta por el nuevo site de participación, a ver cómo funciona, empezar a leerme todas las propuestas, madurar bien lo que aportan y decidir bien a quién votar. Por la mañana, me es imposible y aunque me podría quedar un ratillo más del habitual y salir a las cuatro y media, no llegaría a recoger a los críos, visitar a mis padres o agotar el bono del gimnasio que está a punto de caducar.
Tengo que aprovechar hoy que no tengo ninguna reunión, videoconferencia o visita a inmueble alguno. Aunque igual no va a poder ser. Se me olvidaba que hay un cursillo de seguros en marcha y quiero leerlo al menos y no volver a tirar de las respuestas del grupo de Whassap de la oficina. Además, con lo atrasadillo que llevo el MIFID también, tengo que sacar un ratillo y darle un empujón, que a los de esta remesa no nos han dado vacaciones ni en Navidad.
 
Otro día será, porque la verdad es que tiene buena pinta, con el susto que me dieron por correo, seguro que merece la pena. Bueno, ya le abriré el portal al chaval y que me haga un resumen. Eso sí, le desconectaré el teclado, que no escriba nada, que igual le da por reproducir alguna cosa de las que oye en casa.
 
A veces me siento como esas niñas que salen en los talent shows y que, después de hacer girar una veintena de hulahops alrededor de su cuerpo durante dos minutos, deben reírle la gracia al presentador de turno, mientras el jurado delibera. Que horror!.
 
En fin, espero que no me nominen y continúe en el programa”


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