Como todos los años por esta fechas, llega el día en el que se hacen
públicos los “Informes de Desempeño”. Los empleados accedemos al conocimiento
de lo que opinan nuestros Jefes de nosotros y nuestro trabajo, y es ahí cuando
en muchas ocasiones acontece la “sorpresa”; para algunos más que desagradable, tremendamente
desmotivadora
Alucinados asisten a sus resultados muchos empleados de oficina: en
unas zonas más alucinados que en otras. Estupefactos por la radical bajada de
notas respecto a años anteriores. Acuden a hablar con su director para que les
aclare cuales habían sido sus criterios para semejante “suspenso”. Pero más
atónitos aún se quedan cuando el mando superior les dice que él, no podía
valorarlos por encima de lo que habitualmente le valoran a él, es decir, que el
buen señor toma como referencia sus calificaciones y a partir de ahí, decide
que sus empleados no pueden ser “mejores empleados” que él.
Conocemos casos (Territorial La Rioja-Guadalajara) donde además del
anterior despropósito, los subordinados insistían en una aclaración lógica,
esgrimió el argumento de que el año no había sido bueno a nivel de objetivos, y
que por tanto, las calificaciones debían ir en consonancia a los resultados.
Segundo despropósito, ¿en que lugar del manual y de la normativa pone eso.....?
Y es más, ¿y en donde pone de la normativa que la evaluación de
desempeño no tenga que ser puesta en común y comentada por ambas partes? Pues
no, este directivo jamás ha citado a ninguno de sus empleados para comentar la evaluación,
rellena las encuestas a golpe de “decretazo”, sin rigor, sin criterio objetivo
alguno, y lo que es peor, sin tener en cuenta el daño moral que su falta de
método infringe a sus empleados.
Y ya, para rematar la faena, les dijo a los compañeros que no se
preocuparan, que lo que él ponía en los informes no tenía importancia, y que no
obstante, ya lo corregiría al año que viene. Si, si.... pero lo escrito,
escrito queda, y no están los tiempos como para andarse con “equívocos”.
Para evaluar personas se necesita preparación, rigor y objetividad;
todo directivo, del nivel jerárquico que sea, al que se le encomienda una labor
de “Evaluador” debería partir de estas premisas, pues de lo contrario, es mas
relevante el daño que causan, que el pretendido beneficio para el que se
instauró el “Informe de Desempeño”.
Llegados a este punto, desde la más absoluta impotencia, uno se
pregunta ¿qué podemos hacer frente a semejante injusticia? No es normal que un
mismo trabajador pase de ser maravilloso a mediocre en función de quien lo
evalúe y de las apetencia anímicas de su evaluador. Estamos totalmente
indefensos ante este tipo de situaciones. ¿Ante quien te puedes quejar? ¿Y a
quien se hará caso?
Seamos serios. Los tiempos son difíciles para el sector y más aún para
los trabajadores que día a día estamos lidiando en el ruedo con la opinión desfavorable
de quienes se empeñan en vernos como “banqueros”, responsables de todos los
males financieros de este país; y no obstante, ahí estamos, dando lo mejor de
nosotros mismos y defendiendo nuestra plaza con orgullo y la moral alta. Y
desde luego, lo que menos falta nos hace es que nuestros superiores nos juzguen
con ligereza, evalúen nuestro trabajo con absoluta frivolidad, y utilicen el “Informe
del Desempeño” de sus subordinados para justificar sus propias carencias.
Casi mejor que lo quiten, y que como siempre, hagan los que les dé la
gana, pero por lo menos, no quieran hacernos “cómplices” pasivos de sus
arbitrariedades.
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