martes, 2 de marzo de 2010

¿ AVISO O AMENAZA ?

Tengo un amigo, que tiene un amigo que trabaja en un bar y que el otro día vino todo preocupado porque a su amigo, que lleva toda la vida trabajando en el mismo bar, su jefe le había amenazado con que si no subían las ventas tendría que echarlo, que era muy caro.

El amigo del bar que llamaremos Pepe, para identificarlos, venía a contarle a mi amigo, Juan, que después de tanto tiempo no veía salida, porque claro de él no dependía que la cafetera fallara más que una escopeta de feria y no la arreglase el jefe, que hacía falta una mano pintura y cambiar el mobiliario, que los demás bares del barrio o habían bajado precios o te regalaban la tapa, que se había jubilado la señora de la cocina y no se había contratado a nadie, que le obligaba a tener la luz a medio gas y el aire acondicionado apagado “para ahorrar”, y que así lo lógico era que entrara menos gente y se vendiera menos.

Y se preguntaba Pepe, que qué podía hacer. Juan me comentó que le recomendó que hablara con el dueño; que le hiciera ver la “realidad” de la calle; que le hiciera notar que los demás tenían mejores y más medios y que aunque él fuera muy simpático al final la gente mira la perra. Pepe se fue cabizbajo dándole vueltas a la cabeza.

Cuando Juan se fue, caí en la cuenta de que el día de la convención de directivos de iberCaja nos habían dicho algo muy parecido y que lo que tienen de igual el bar de la esquina y una entidad financiera es que las dos son EMPRESAS DE SERVICIOS.

Si trabajáramos poniendo ladrillos, sacando carbón, picando zanjas o laminando acero (empresas productivas o extractivas) es mucho más sencillo calcular cuanto produce un trabajador y analizar por qué produce más o menos.

Pero en una empresa de SERVICIOS cuando se mezclan en la misma frase de forma enfrentada productividad, eficiencia, margen,... y por otro lado, gastos, empleados, oficinas,... se está haciendo un análisis muy simple de la situación.

Cuando trabajas en una empresa en la cual te exigen productividad, margen, eficiencia,... pero te marcan los productos que tienes que vender, a qué precio y cuando; te ponen la “tienda” donde quieren; las máquinas funcionan o no; te asignan la plantilla que les da la gana y si se pone alguien enfermo te lo sustituyen tarde y/o mal y/o nunca... es más complicado analizar el por qué de unos resultados. O muy sencillo: si salen mal, se le echa la culpa a los empleados.

¿Cuánta culpa tiene un empleado fiel y obediente, en el bar donde trabaja Pepe o en iberCaja, de que el cliente no “consuma”?

La plantilla de iberCaja no se merece unas observaciones de ese tipo, cuando con lo que nos dan para trabajar hacemos lo que hacemos, y además lo debemos hacer bien, según dicen las cifras.

Antes de llegar a esas amenazas (o avisos) tendríamos que ver a algún lumbrera de productos, de marketing, de la DDO, o algún miembro de los comités de precios, trasladado (“castigado” entendería el interesado, seguramente) a una oficina, para que viviera en primera persona el resultado de las “brillantes herramientas” (productos y medios) con los cuales tiene que lidiar diariamente la plantilla.

Por no hablar del distinto trato que reciben los directivos que en un comité autorizan operaciones de muchos millones y luego resultan fallidas, al que recibe el director de una oficina que no llega a los objetivos marcados.

Todos somos ya mayorcitos para saber el mundo que nos rodea. No hacía falta ese tipo de comentarios.

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